Reflejar con palabras escritas lo que nuestra mente querría expresar y que en ocasiones no lo hace por temor a sus repercusiones o por, quizás, la pequeña muestra de vergüenza que pueda hallarse en nosotros mismos en según qué ocasiones de la vida.
Tener la tranquilidad de tener un modo de evasión a la, a veces, introvertida cabecita.
A lo que hoy me remito, ¿quién no ha querido experimentar un encuentro casual?
¿Quiénes no han deseado ir andando por la calle y cruzar una mirada con un desconocido y que tras ella el cuerpo se te llene de una sensación de ansias por conocer?
Un encontronazo casual, en ocasiones mucho mejor que una cita más en nuestras agendas,
¿qué no?
Ese morbillo de la incertidumbre y a la vez el librarse del vivir los nervios de las horas previas a una cita programada.
Pero para que realmente sea un encuentro casual debemos dejar al azar trabajar por su cuenta, nunca forzarlo a que este ocurra ya que en tal caso perderá parte de su significado y de su magia.
Debemos conceder la libertad necesaria a las casualidades…